Leyendo a Pascal Bruckner, autor en 1995 de "La tentación de la inocencia", auténtico vademecum de la moderna cultura de la irresponsabilidad, dice: "Llamo inocencia a esa enfermedad del individualismo que consiste en tratar de escapar de las consecuencias de los propios actos, a ese intento de gozar de los beneficios de la libertad sin sufrir ninguno de sus inconvenientes".
Este libro me llevó a pensar en cuanta gente conozco que se siente libre e inocente de todo, ya que ante cualquier fallo usa el vocabol, es que…, para ejemplarizarlo mejor, cuando llegan tarde a un lugar para una cita, dicen, es que el tráfico estaba muy denso, como si con eso se libraran del hecho de haber llegado tarde a la cita. Otro ejemplo, si tratan de hacer funcionar un artefacto que acaban de comprar y les resulta mal al intentarlo, dicen, es que el manual es poco claro, y si persisten es que el aparato no funciona bien.
Son frecuentes las exculpaciones que se convierten en clara y manifiesta acusación a los demás, de manera que el error propio se convierte en una acusación al otro (al hermano, al compañero, al profesor, al amigo, al adversario político, etc...). Estas personas no son capaces de reconocer un error, de admitir un fallo, de manifestar una deficiencia... En definitiva, de asumir la responsabilidad. Y tienen una rara habilidad para cargar en las espaldas de los demás el peso de sus fallos o errores.
Es decir son permanentemente inocentes frente a la vida cotidiana y su futuro. Si algo no resulta como ellos quieren o desean, entonces es problema de todo lo que tienen cerca y les aparece en su entorno. Esto es lo que llamo “el esqueismo”.
En politica ultimamente lo estamos viendo muy seguido, y a nivel mundial, cuando escucho cosas como las siguientes:
- Es que quienes gobernaban antes nos han dejado una herencia catastrófica...- Es que la oposición no colabora en asuntos de interés general...- Es que la coyuntura económica mundial ha tenido un retroceso imprevisible...- Es que los técnicos dijeron que el puente Loncomilla...- Es que los informes decían que había armas de destrucción masiva en Irak...- Es que los cisnes de cuello negro….Y así podría seguir por bastante rato poniendo ejemplo tras ejemplo, pero lo interesante es que cuando se trata de explicar desastres, de justificar errores dramáticos, de dar cuentas sobre una tragedia o una omisión de efectos nocivos las explicaciones exculpatorias nunca resultan graciosas. Resultan irritantes, desvergonzadas y, por consiguiente, imperdonables.Muchas de ellas nacen de la irresponsabilidad, es decir, de la incapacidad de dar respuesta de los propios actos. La causa de un mal proceder son los otros (cuando éste es evidente, porque si no se haría pasar lo malo por bueno o por inocuo), es el fatalismo (las cosas son así) o el determinismo biológico (es que yo soy así).Al rechazar su responsabilidad, las personas se convierten en autistas morales. Unas veces mediante la maldad, otras mediante el autoengaño. Y es que, como decía La Rochefoucauld: "Es tan fácil engañarse a uno mismo sin darse cuenta como engañar a los demás sin que se den cuenta". No nos engañemos. No nos dejemos engañar.
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