miércoles, agosto 17, 2005
Conversación interior
Todo hombre es un ser social, abierto a los demás. Vivimos en comunidad, llamese país, pueblo, ciudad, lugar de trabajo, comercio, iglesia, sinagoga, o como quiera. Para cualquier persona, los otros son una parte importante de su vida, así por lo menos lo veo yo. La realización plena como persona está indefectiblemente ligada a otros, pues todos sabemos que la felicidad depende en mucho de la calidad de nuestra relación con quienes componen nuestro ámbito familiar, laboral, social, etc. Sin embargo, no puede olvidarse que el hombre no sólo se relaciona con los demás, sino también consigo mismo: mantiene una frecuente conversación en su propia interioridad, un diálogo que se produce de forma espontánea con ocasión de las diversas vivencias o reflexiones personales que todo hombre se hace de continuo. En general son nuestros poensamientos que nos vienen y van constantemente y no lo podemos detener a menos que hagamos meditación para lograr silenciarlos, aunque sea por un momento (aquellos que practican meditación saben lo dificil que es esto). Y ese diálogo interior puede ser estéril o fecundo, destructivo o constructivo, obsesivo o sereno. Dependerá de cómo se plantee, de la clase de persona que se sea. Si uno tiene un mundo interior bien cultivado, ese diálogo será alumbrador, porque proporcionará luz para interpretar el mundo que nos rodea y será ocasión de consideraciones muy valiosas. Si una persona, por el contrario, posee un mundo interior oscuro y empobrecido, el diálogo que establecerá consigo mismo se convertirá, con frecuencia, en una obsesiva repetición de problemas, referidos a pequeñas incidencias de la vida cotidiana que las vemos como victimas y las agrandamos, y nuevamente nos aparece la disculpa del "Es que..." que mencioné en el blog anterior, donde todo es culpa del mundo que nos rodea y los demás.
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