¡Vaya pregunta!-
Veamos. Tal parece que hacer una pregunta como esta supone que uno puede escoger el mundo que vive… ¿o no?
Si somos escépticos al respecto y pensamos que nos tocó vivir el mundo que vivimos y que nada podemos hacer para cambiarlo (o muy poco), el que nos hagamos esta pregunta nos puede resultar inútil, frustrante o doloroso.
Si somos optimistas al respecto y pensamos que uno construye el mundo que vive (o al menos participa en su construcción), hacernos esta pregunta es muy necesario, importante o liberador.
Unos y otros corresponden a la visión de la mayoría de quienes se enfrentan a una pregunta como ésta.
Por lo pronto, reconozcamos que el hacernos esta pregunta, ya sea que la escuchemos desde una u otra posición, es entendible dadas las situaciones que a diario golpean nuestros sentidos: la violación de menores, la detención o asesinato de un sacerdote, la toma de un hospital, la guerra y el terrorismo, el hambre y el abandono, la destrucción de la naturaleza, la extinción de animales y plantas, la aparición de nuevas enfermedades, la violencia en los colegios, los avances tecnológicos, el abuso de drogas y alcohol, la violencia intrafamiliar, la cesantía y el trabajo de menores, el crecimiento poblacional y la contaminación, la corrupción y la delincuencia, la pobreza y la avaricia. Estos problemas y muchos otros nos revelan un mundo que nos conmueve y nos duele.
Querer vivir algo distinto es un grito de humanidad sea cual sea nuestro escuchar.
El mundo que vivimos surge con nuestro vivir y convivir en las conversaciones en que participamos y realizamos con otros seres humanos.
No podemos escaparnos de la comprensión de que somos nosotros mismos quienes generamos el mundo donde habitamos con otros. Y lo hacemos no desde una racionalidad como nos enseña esta cultura, o de concebirse como un ser adaptativo al mundo que le tocó vivir, sino desde la comprensión que son nuestros deseos y por ende nuestras conversaciones las que nos hacen vivir y convivir de determinada manera.
Por tanto la pregunta ¿Qué mundo queremos vivir? implica una apertura a la reflexión, a la autoconciencia humana de verse a sí mismos en la generación, conservación y transformación del tipo de mundo y modo de vida que deseamos vivir con los demás. Esto también nos abre a la responsabilidad social y ética, no como discurso sino en las propias prácticas cotidianas y conversaciones del vivir y convivir, en la casa, con la familia, en el trabajo, en la comunidad, en el barrio, etc.
Por lo tanto somos parte ya solo con el convivir con otros en que vamos cosntruyendo el mundo en que queremos vivir con nuestras conversaciones cotidianas, que al parecer no son tan triviales como paracen a primera vista.
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